A diario somos testigos de casos que nos confirman que no estamos tan seguros como nos gustaría: compañías cuyos ejecutivos son víctimas de espionaje industrial, organizaciones cuyos PCs se convierten en zombis que envían spam, e incluso empresas cuyas bases de datos confidenciales son perdidas, robadas o expuestas en Internet, son ejemplos que cada vez nos resultan más habituales.
¿Cómo es posible que suceda esto cuando estamos invirtiendo más que nunca en sistemas de seguridad? Vivimos la paradoja de un nuevo mundo donde las cosas no son necesariamente lo que parecen:
- las empresas se sienten suficientemente protegidas; en realidad gran parte de ellas se encuentran infectadas y no lo saben.
- parece que todas las soluciones de seguridad son iguales; en realidad las diferencias en su capacidad de detección y protección se hacen más evidentes que nunca.
- las amenazas están bajo control; en realidad los laboratorios de las empresas de seguridad están saturados y no pueden procesar todo el malware que llega.